En el complejo entramado empresarial actual, el área de Compliance ha surgido como una respuesta a los escándalos corporativos que marcaron el siglo pasado. Estos episodios revelaron la dificultad de atribuir responsabilidades individuales a los directivos involucrados. Como consecuencia, se generó una necesidad apremiante de establecer mecanismos que aseguraran la integridad y el cumplimiento de normativas en toda la corporación.
El Compliance, en su esencia, busca no solo evitar la intervención estatal directa, sino también fomentar la autorregulación empresarial. Este enfoque implica la adopción de estrategias preventivas que abarcan desde el cumplimiento estricto de regulaciones externas hasta la promoción de códigos internos de conducta, como la responsabilidad social empresarial y la protección de datos.
En este contexto, las funciones del área de Compliance se vuelven cruciales. No solo se trata de garantizar el acatamiento de leyes y regulaciones externas, sino también de establecer y promover una cultura interna de cumplimiento. Esto implica la implementación de políticas, procesos y controles que salvaguarden la ética empresarial, mitiguen riesgos legales y fomenten la transparencia en todas las operaciones de la empresa.
